
El cuarto de mis libros publicado es una novela no inventada, un relato de la realidad. Tanto don Jualián, el Abate, como el niño Arturo, su criado, fueron personas de carne y hueso, con las que conviví en Logrosán y en Guadalupe.
Ambientado en la mitad del siglo XX en Extremadura, donde tuve oficio de recolector de grano para el Estado, lo que me empareja un poco con el de alcabalero de Cervantes.
Los dos comentarios a mi novela que más me llamaron la atención:
- Un lector que me pregunta: ¿Pero es usted el Abate?
- Y la del segundo: Se queja del hambre del niño.